18 de julio de 2014

Conquista, colonización y feudalismo. Una aproximación.

Los Imperios se crean, perduran y se extinguen. (Anónimo)

No hace demasiados días el mundo de la cerveza elaborada de forma artesanal  se sublevó tras unas soprendentes declaraciones del Presidente de Damm en las que venía a denunciar que el sector estaba muy preocupado por los riesgos que se podían correr al consumir un producto elaborado en "garajes". Un gran ridículo del que se supone el hombre más poderoso del mundo cervecero en España en el que confundía la producción propia que un homebrewer o productor pudiera hacer en su casa para consumo propio con lo que se vende en los estantes de locales varios. No vamos a entrar en analizar esas palabras llenas de calculada ignorancia que sirven para asustar a pobres indecisos que se piensan si deben o no entrar en este mundillo artesanal tan diferente del que conocen. Se percibe el miedo en unas declaraciones sonrojantes que ya se han analizado y han tenido su contundente y evidente respuesta desde el sector. No es miedo por perder el Imperio, ni mucho menos, es miedo de que esta cultura de la cuestión del producto monopolístico empiece a calar en el público. Que la gente empiece a conocer cosas que hasta ahora desconoce. Que hay productos de mucha mejor calidad y sabor que esos mediterráneos astros de etiqueta roja. Como les comentaba en un artículo en Zouk el mercado de la artesana dificilmente pasará nunca de ser el 5-7% del total en las previsiones más optimistas (y húmedas) del sector. 
Se denota nerviosismo ante un enemigo desconocido e inesperado. La respuesta podría haber sido la ignorancia pero se ataca. Pregúntense la causa. Como mínimo curioso. Sabemos que presuntamente el amigo Demetrio tiene ciertos problemas con algunos inspectores de Hacienda, pero desconocíamos que era un ignorante en cuanto al proceso necesario que debe seguir cualquier producto para poder ser vendido al público. 

Pero todo este tema nos viene bien para comentar otras cosas al respecto de la marca estrellada por excelencia. Es pretenciosa porque pretende vendernos un buen producto que no es tal (incluso engañanando a los americanos como aquí nos engañan con Coronitas varias) y porque pretende quedar identificada con una especie de subcultura de la cool y lo hipster muy alejada realmente de su públido real que lejos de irse a calas de la Costa Brava a montar fiestas guapas languidece en cámpings de la Costa Dorada con total dignidad. Pero que no nos tomen por tontos. Lo peor de la marca estrellada es que cuando te inicias en el mundo de la cerveza normalmente cuando eres joven y de su mano por cuestiones monopolísticas, no te gusta su sabor. Y entonces decíamos aquello de "no me gusta la cerveza"; la realidad era que no nos gustaba ESA cerveza. Si me hubiesen dado con 17 años las cervezas que hoy puedo consumir les aseguro que jamás habría pronunciado semejante barbaridad. Extensible al resto de cervezas patrias, por supuesto.
Pero la razón de este pensamiento hoy es tratar el tema del monopolio. Del Imperio al Monopolio. De la libertad de mercado al dominio del mercado con aniquilación de la competencia a través de maniobras muy simpáticas y que pasan cuasi imperceptibles al ojo humano poco entrenado en estos menesteres. ¿De qué hablo? Del patrocinio de TODOS los eventos que se producen en el país y de las Rutas de Tapas en todas las localidades de Catalunya. Evidentemente todo muy legal pero que merece cierta crítica desde mi punto de vista. Un punto de vista interesado, por supuesto, pero para eso es el mío.
Corría un chiste tuitero por ahí que decía que "Estrella se inventa pueblos en Catalunya para poder hacer rutas de tapas", y no se aleja mucho de la realidad... Exageramos, por supuesto, pero el esfuerzo titánico de Estrella en patrocinar esas rutas guarda gato encerrado. En época de crisis salvaje los locales necesitan clientes. Y esos clientes llegan de la mano de Estrella, marca semimonopolio en Catalunya. Y Estrella te "compra" el alma. Te trae su cerveza y quién sabe qué bebidas más como distribuidora; te pone la terraza; te paga la terraza; te regala unas neveras; te pone en el mapa (incluso si eres un restaurante cool te lleva algún evento de social media para que te den visibilidad). Y tú das las gracias. Esto vuelve a ser extensible a todas las marcas cerveceras patrias ya que por desgracia no es exclusivo de una marca. A partir de ahí existes porque te debes a alguien y la sumisión ya te ha colonizado. El régimen feudal del S.XXI. Negocios que para existir deben dar las gracias al Señor. Ojo que no es metafórico. Lo he visto por ahí, en Instagram por ejemplo: gente que da las gracias a Damm por haberles cedido un espacio en tal o cual evento. Si no entras en el sistema, el sistema entra en ti. O cesas en la actividad sin el apoyo necesario. ¿Estás conmigo o contra mi?
Bares conquistados a base de migajas, colonizados por el Imperio. Convertidos en vasallos del Sistema. "Sí señor, aquí estamos para esa ruta, por favor promocionenla bien". Postura legítima de cada local, faltaría más, pero que nos debilita progresivamente como sociedad donde sólo perduran los fuertes y hegemónicos. Todos los bares pertenecen a una marca, a otra o a otra. ¿Cómo se llama cuando el mercado se lo reparten unos pocos y no dejan entrar a los demás? A base de su poder económico seducen a locales que necesitan que les echen esa mano. Imponen exclusividad en cuanto te despistas al firmar el contrato y estás fuera del mercado. Estás en la red. ¿No conocen esa historia del bar de Gràcia en Barcelona que al lado de un tirador de cerveza industrial puso uno de artesana? En unas horas fue llamado al orden y ese grifo de artesana desapareció para siempre. La propiedad, el contrato, el "nosotros te hemos creado, te dimos eso y aquello; no tienes libertad". Negocien lo que firmen, no acepten abusos.

A estas rutas omnipresentes de tapas con estrella les llamo conquista y colonización. No creo exagerar. Ahora miren quién patrocina todos los grandes restaurantes de los alrededores. Qué personajes están en nómina. Qué medios están en nómina. Qué eventos en hoteles están en nómina. Qué espectáculos musicales están en nómina. Qué equipos de fútbol patrocinan. Cuántas y cuántas rutas en los bares de barrio están en nómina.
La ilusa esperanza de no morir ante los imperios, de resistir cuales galos con su pócima (¿seguro que no era buena cerveza?). 
No es éste un alegato anticapitalista y antimarcas que todo lo pueden. Es un alegato antimonopolio del buen rollo. De forma simpática y mediterránea os vamos jodiendo el panorama. "¡Pero si no pasa nada!" Claro, no nos vamos a morir por esto. Pero igual hay gente que merece oportunidades y está muriendo aplastada por estas maquinarias malévolas. No dan opción a que nadie más pueda patrocinar nada. La competencia desaparece. Todos se gastan mucho dinero en aparecer en todos sitios, y los pequeños se ahogan. 
Y eso es lo que buscaba esa declaración del presuntamente estafador Demetrio.

4 de mayo de 2014

El negocio finito.

Cuando los países como España crecen económicamente por encima de la media de los grandes países occidentales durante años y juegan la Champions de la Economía como sentenció Zapatero (construyendo en 2003 más pisos que Francia y Alemania juntos como profetizó Aznar) está claro que la crisis está al caer. Es una cuestión de lógica histórica y sentido común del que falta en demasiados casos. Creer que el crecimiento económico es infinito es propio de liberales del tres al cuarto que jamás leyeron a Adam Smith en sus fundamentos más básicos. En la calle existe un dicho que resume el mismo sentir sin tener que entrar en complejos términos macroeconómicos: todo lo que sube, baja.

El problema real de que te pille una crisis es haber vivido como si nunca tuviese que llegar. "Será para los demás", "Jamás bajarán los precios de los pisos", "Aquí no pasará como en Japón", "La crisis del 29 es diferente", y un largo etcétera de mantras de autoconvencimiento coelhianos que son el preludio de la catástrofe. Una catástrofe, digámoslo todo, que mucha gente sí percibió pero que fue convenientemente silenciada. El caso es que la crisis llega y queda el cómo se afronta la misma. Y el problema es que jamás hay plan B. Años de bonanza y bolsillos llenos sin grandes esfuerzos para demasiada gente. Pero se instala la duda y estás muerto. Nunca se hace autocrítica. Ya volverán las glorias del pasado, ya volverá el dinero, yo no tengo que cambiar, son ellos.

El mundo de la gastronomía es un claro ejemplo de todo lo dicho anteriormente, a escala local y a escala macroeconómica. En esta última, la posible caída del turismo en números absolutos tendría unos efectos demoledores para un país que sigue viviendo en buena parte del sol y playa franquista hijo bastardo de los tecnócratas del Opus y de Fraga. Esa es la triste realidad del país. Vivir gracias a los demás, a que muchos extranjeros visitan una zona determinada del planeta porque hay mucho sol, mucha fiesta y precios baratos. No crean que todos vienen a ver a Gaudí, el Prado o el Guggenheim. Es la realidad. Pero no vamos a analizar esos efectos ni a reflexionar sobre el cómo hemos llegado a eso.
Simplemente es. Y lo vemos en nuestras ciudades llenas de turistas ávidos a consumir (algo). Y la gente aplaude como loca mientras no les toque sufrir las molestias de esos turistas folloneros de botellón, que haberlas, haylas.
Y entramos entonces en el plano de la economía local. Vivir gracias a una fama, a tener un intangible como los rayos de Sol o atracciones que ejercen un poder de atracción por sí mismas hace que demasiadas veces uno se acabe acostumbrando a vivir de rentas. Se acaba la motivación por mejorar, por gustar, por superarse. El dinero llega igual y el responsable se acomoda. Sólo tienen que ver el programa de Chicote cada semana y se dan una vuelta por su barrio. Locales que habían sido, ya no son. Sombras del pasado que persiguen atormentando al responsable que empieza a ver que ya no hace el mismo dinero que antes. "¿Qué pasa?" se pregunta. Es incapaz de ver que a veces no puede controlar los acontecimientos. Hay menos turistas y estás muerto, porque nunca te importó un carajo tu negocio, sólo lo que sacabas de él.


Pero no debería ser así aunque lo es. En algún momento creíste que los turistas jamás dejarían de venir, que el río de oro no se agotaría, pero sí lo hace. En algún momento dejaste de preocuparte por la clientela más cercana, la que nunca se va, la que siempre estará porque vive en tu barrio, pero te daba igual. Los acentos del norte de Europa y del Este te atraían más, aunque en realidad sólo era el dinero. Pensaste en orientar tu local hacia ellos, dando la espalda a lo que eres y a lo que tal vez te hizo o fuiste. El dinero te llamaba y creíste que era eterno e infinito como el Universo. Pero no. Los turistas dejaron de aparecer y pringabas. No podías contar con tu gente porque la repudiaste, la discriminaste, intentaste tratar a esa gente como al guiri al que le cuelas un lomo por un entrecot porque "no se entera tras dos jarras de sangría". Todos te conocíamos y conocemos a los que son igual que tu. No sois muchos pero sois. Cuando la crisis empezó por culpa de unas hipotecas vendidas a una pobre gente en los USA pensaste que eran unos pringaos. Que tú eras más listo. Que sirviendo porquería a los clientes nunca se iban a quejar o iban a dejar de venir. Es más, te importaba una mierda que se quejarán. Mañana vendrían otros a dejarte su dinero y tu ibas a seguir siendo feliz. Pero dejaron de venir por la crisis y miraste a la puta realidad cara a cara. Y no te gustó lo que viste: tu fracaso.

No tener plan B es malo, pero hacer del plan A una mediocridad a largo plazo es un suicidio, como vemos y seguiremos viendo lamentablemente en los próximos años.
Tener un local en una población turística puede ser la hostia mientras esa población siga recibiendo turistas. Pero, ¿qué pasa cuando no vienen y se van a Croacia porque no has generado ningún plus o ningún valor añadido a tu localidad y simplemente has extendido la mediocridad? La gente no suele ser gilipollas aunque lo pueda parecer. Te quedas sin negocio y empobreces aún más tu entorno. Vivir de rentas es mediocre. Vivir de rentas es la mentalidad propia del hidalgo español del XVI y XVII. Vivir de rentas es lo que hizo de este país un país mediocre. Lo que tal vez seamos en demasiados casos. Unos miles de turistas menos son unos cuantos locales menos. Unos puestos de trabajo menos, unos cuantos dramas más. Esto vale para Sitges y puede que valga para Sant Sadurní d'Anoia. La gente va, le cuesta poco ir, pero si no van, el desierto de la mediocridad y el recuerdo de un pasado mejor que nunca dejó de ser efímero.


Cuando a alguien le interese dignificar un territorio turístico y vean que no cae en lo fácil, en lo que le va a traer ese dinero a costa de tantas cosas, apóyenla/o. La dignidad es futuro.

El engaño, el timo, la estafa, debería ser pasado.





PS: Post dedicado a Bruno, a Lluís y a otr@s chicos del montón, por conversaciones de sobremesa en los que se tratan temas como éstos. Porque nos preocupa ver cómo se destruye el tejido social en nombre del capitalismo más burdo, el del guiri y su sangría. Pan para hoy, hambre para mañana. 

26 de febrero de 2014

De lo relativo y el eterno viaje.

Curiosa la forma de proceder que tenemos cuando estamos de viaje muy lejos de donde tenemos nuestro lavabo y nuestro wifi, que como todo el mundo sabe marcan de forma precisa aquello que denominamos hogar. Es digno de estudio ese comportamiento que muchas veces se aleja del que tenemos normalmente bajo la premisa de estar "en casa". La distancia, un nuevo entorno, el clima, la droja en la bebida de turno de un antro indeterminado o lo que sea, nos hace cambiar hábitos y ser normalmente mucho más tolerantes ante prácticas que en nuestra vida cotidiana no toleramos o toleraríamos. Existe claramente el factor novedad y el que nadie te conoce allí donde estuvieres, pero me apasiona cómo la gente puede llegar a cambiar dependiendo del ámbito geográfico en el que se mueve circunstancialmente.
Una introducción barroca para venir a decir que cuando viajamos hacemos cosas que luego en casa no hacemos o directamente criticamos. El exotismo del momento nos embriaga para después renegar de lo mismo una vez a salvo en casa.
Leía esta mañana una curiosa noticia acerca del MWC que estos días nos deja un montón de millones a todos los barceloneses. Millones que luego se invierten en menesteres necesarios tales como reformar el pavimento de Rambla Catalunya o reformar la zona más exclusiva de la Diagonal, que como todos ustedes saben son zonas deprimidas de la ciudad que requieren actuaciones permanentes que eviten situaciones sociales de riesgo. Pero éste no era el tema ahora. Decía que leía una noticia que venía a explicar añadiendo una prueba gráfica, el éxito del pollo a l'ast en la zona de comidas de tan magno evento. Un exitazo proporcional al más que seguro amor invertido en la elaboración del mismo por algún catering de, espero, alto standing. El pollo a l'ast como alimento existoso. A venerar. Mientras aquí ya hace muchos años lo arrinconamos a la comida del domingo y en hogares que buscan e intentan mantener una cierta tradición. Digo esto porque muchos de los que me están leyendo ya hace tiempo que no se comen un pollo a l'ast de los de verdad. Lo desterraron de su dieta en cuanto pudieron huir de aquel tugurio que consideraban casa de sus padres donde sí era una tradición. El pollo a l'ast como alimento desprestigiado entre la modernidad muy moderna, recordando a épocas en los que los intentos de golpes de estado eran de verdad y mamá nos vestía con jerseys manufacturados por ella o por la abuela.
Gente que reniega de ese pollo por ser un alimento sin prestigio y de domingueros. Igual que aborrecían el vermut y las olivas y no vamos a debatir ahora sobre su éxito. Lo que está claro es que el Tiempo del Pollo pasó hace lustros y no se ha acabado de recuperar. Unos irreductibles se resisten a abandonarlo y nos enorgullece. Por suerte sigue habiendo un mercado. Pero tal vez no el que hubiere antaño.
¿Cómo conectamos la filípica pro-pollo con lo que les explicaba de los viajes al principio? Fácil. Hay mucha gente que cuando viaja es capaz de comer cosas que luego detesta en casa. Viajan a China y les encanta pasearse por mercados de comida callejera e incluso son capaces de deleitarse con esos patos que cuelgan de utensilios extraños y comerlos. Sí, qué buen pato a la Pekin (por no hablar de insectos variopintos. "Un día es un día, hay que aprender sus costumbres"). "Nos encantó". Luego les preguntas por el pollo a l'ast y te miran mal. "¿Pollo a l'ast? Eso es de cutres domingueros que hacen cola en un antro de mala muerte". Claro, comer pato por la calle es el clímax glamour. Van a Berlin y se comen una currywurst tamaño XL en una cajita de cartón, todo pringada con ketchup barato. Y más felices que nadie sintiéndose berliners. Étnicos prácticamente. Dile que vayan a comerse un frankfurt a Casa Vallès. "Comer frankfurts? Eso es de tirados..". Por no hablar de visitar Jemaa El Fna en Marrakech, por ejemplo y gozar. Luego en casa lo identificas con la comida de una feria de barrio y ni te acercas. "Eso es fritanga".
Los misterios de la antropología. Se rumorea que el Sapiens al encontrarse con el Neanderthal y salir a cazar juntos también adoptaba costumbres de los otros. Al volver decía a los demás que no, que aquellos eran unos brutos y que no pensaba reproducir lo que había visto allí con ellos. Snobs.
En todo caso debe ser un efecto de ida y vuelta. Imaginen a todos esos turistas que llegan a la ciudad y hacen el panoli con esos zumos y vasos de plástico de fruta dudosa que compran en lugares como la Boqueria. En su casa tampoco lo harían. ¿Por qué debe pasar esto? Doble rasero. Imbecilidades mayúsculas. 















24 de diciembre de 2013

En nombre del espectáculo y la libertad. Que les aproveche.

En nombre de la libertad se cometen atropellos indignos del nivel volver a la Edad Media en leyes como la del aborto. Una libertad esgrimida por cavernícolas que creen engañar a unos pocos de los suyos y alterar al resto que no es imbécil.
En el caso de la sacrosanta televisión suele pasar muchas veces lo mismo. Se infecta con porquería toda la parrilla en nombre de la libertad de elección como si no hubiese ninguna responsabilidad en ello. Aquí nunca nadie es responsable, el mercado dicta las leyes y tú eliges qué hacer. Ficticia sensación de democracia o algo parecido, pero como cantaba Bruce Springsteen, 40 canales y no ponen una puta mierda. Yo no diría tanto, pero casi. 

Que la vida es un show, que todo es un espectáculo y esas memeces ya lo sabemos de sobra y no voy a entrar a analizar eso. Que los programas de cocina en la TV son realities en los que la cocina es una mera excusa que podría ser intercambiada por fontaneros sin ningún problema también lo sabemos y ya no vale la pena luchar por ello. Pero lo de hoy es otra vuelta de tuerca al tema. Se acaba de estrenar MASTERCHEF JUNIOR. Qué bonito a priori.

Miren, un programa de niños para que sepan o muestren como cocinan o aprendan, me parece muy bien. Lo de anoche es de Juzgado de Guardia y de intervención de alguna autoridad si la hubiere en este país que ya no sé cuál es. Puro exhibicionismo del sufrimiento infantil y recreación en el mismo. No me vale que hayan estado dos horas antes mostrando unos valores determinados para que al final vayamos a recrearnos en el dolor y las lágrimas de unos pobres niños de 10 años. No, no y no. Si me quieres vender la moto del talent show, eso lo cortas o lo editas para que no salga así. Pero no, lo haces, lo muestras y te recreas. Eso no es de ser buena gente, pero tampoco voy a insultarles mucho más, ustedes mismos, son libres de dar apoyo a programas que causan este dolor en algunos niños. Pero conmigo que no cuenten. Del talent show al reality hay un paso, ¿pero con niños? ¿Es necesario? Los mismos que atacan a los americanos por casi todo luego los ponen de coartada cuando les interesa "es que allí también hay una edición con niños y no pasa nada". También pueden comprar armas en el súper pero eso no interesa decirlo. Cada país será como será y a mi me toca tragarme lo de aquí y hay cosas por las que no paso. Y hacer llorar a niños sometiéndolos a enfrentarse a un jurado como los mayores, pues es una hijoputada de alto calibre. Pero debo ser yo que trabajo con jóvenes el que tenga la piel muy final Ustedes pueden seguir riéndole las gracias a todos esos grandes chefs que se prestan a estas mamarrachadas impropias. Si es con mayores de edad, las víctimas sabrán. Pero con niños, es para denunciar a unos pocos.

Todo eso teniendo claro que los padres tienen su parte de responsabilidad, enviando a sus naves a luchar contra los elementos carroñeros de la TV. Ahora saldrá alguno que dirá que no le gustó lo que pasó y todo eso. Claro. Pues estás comercializando con el dolor de tu hijo con la esperanza de que te haga rico, no jodamos. Aquí todo el mundo sabe a lo que va. Tú, como padre/madre, deberías saber a qué estás dispuesto. Que los niños tienen que llevarse disgustos en la vida es obvio. Pero no hace falta que otros vendan ese dolor íntimo. 
Lo que no entiendo es que se llegue a defender el formato con el argumento de que "otros niños en el mundo están peor y habría que fijarse más en ellos y no en estos". Eso pasó anoche también. Una gran noche para la infamia. Como dije, podríamos pensar en hacer programas con niños en los que les tiramos piedras y luego decir que en otros sitios están peor porque hay guerras. Menudo argumento cutre. Si ése es el nivel, no hay más que decir, sigan viendo como cocinan unos chavales para poder meterles luego un palo y se pongan a llorar y crear empatía y decir "qué monos los niños". Desalmados.

Por otra parte y para acabar, un par de apuntes más sobre el formato. El primero, el horario. Un programa con niños, supuestamente para niños y que acaba a la 1 de la madrugada. Todo muy lógico. En la lógica Campofrío preconstitucional del carácter español. Tremendo. Ni que sean vacaciones para ellos. El programa va a tener al menos dos ediciones fuera de estos días de asueto. ¿Se va a pasar a horario de sábado por la tarde? Un aplauso para los programas familiares que inculcan buenos hábitos a los niños entre las 22:30 y la 1 am. Seguro que los niños se van a hartar de hablar del programa en el patio del colegio, claro que sí. Ya pasaba cuando el Conciertazo era un fenómeno. Hordas de niños peleándose por si se era más de Verdi o de Wagner. Algunos no han pisado un patio de colegio hace décadas y se nota.
Y segundo, sobre buenos hábitos y modelos positivos, invitar a Mario Vaquerizo es un total acierto para que los niños se vuelvan gilipollas del todo. Luego algunos se extrañará lo que vende Belén Esteban y las colas en sus firmas de libros. Esta puta cultura Mediaset-MTV que todo lo inunda y todo lo arrasa. Referentes infantiles como Mario Vaquerizo que no tiene ni idea de comer y que da la impresión (no puedo asegurarlo) que vaya borracho todo el día a base de cervezas. Una gran persona, seguro que sí, pero no. Alaska en los 80, vale. Él, no vale.

Y así van pasando los años. Niños carne de reality que alternan con gente como Mario Vaquerizo en un programa de cocina (!!!) a las tantas de la madrugada. Pero son libres y pueden verlo. Yo por si acaso voy a pasar. Porque tengo cierta conciencia y una piel muy fina y porque no me hace falta pelotear a todos los chefs del país y decirles lo bien que lo hacen todo. 
Ahí se quedan con su libertad y que les cundan estas lágrimas, como espectadores, padres o lo que quieran. (Siempre pueden pensar que en Siria hay niños que lo pasan peor y no tener mala conciencia porque esto es un show)


15 de diciembre de 2013

De las consecuencias y la responsabilidad de nuestros actos.

No voy a descubrirles hoy el futuro apocalíptico que nos espera tras este presente de miserias y pérdida de derechos de todo tipo. No es este un blog de debate económico ni esperen sesudos análisis propios del WST. Pero el otro día un dato que ya hemos tratado por aquí en alguna ocasión se nos reveló en un espléndido artículo de La Vanguardia y además se combinaba con una de nuestras pasiones: la hamburguesa.

Ya lo hemos dicho más de una vez y lo volvemos a repetir, pagar 8€ por una hamburguesa puede ser no solo lógico sino también beneficioso para nuestra sociedad. Vamos a explicarnos.
En el clarividente artículo del que les hablaba anteriormente se explica con datos lo esbozado hace semanas en este mismo blog, y con la metáfora que aquí escogimos como ejemplo para lo mismo. ¿Qué consecuencias tiene consumir en McDonald's y no pagar la calidad que se puede conseguir pagando algo más? O, ¿cómo puede hacer McDonald's para ofrecer comida (...) al precio que lo hace?

El low cost significa low quality y low rights. Pagar poco por algo significa estar pagando poco a alguien que manufactura ese algo. Hablando claro, si estás pagando una mierda por mierda, alguien está cobrando una mierda. Así funciona el juego y el que no quiera jugar que deje de consumir de forma irresponsable. Consumir es la única acción democrática real que tenemos. Es otra idea de la que suelo hablarles. Cuando votar es una estafa porque los partidos políticos no cumplen lo que prometen y vivimos en una economía basada en el consumo masivo porque consumo es producción y producción es trabajo y trabajo es consumo, consumir de forma responsable es un acto revolucionario y de auténtica libertad.
Nos acostumbran al low cost y luego los precios dignos que pueden recaer en sueldos dignos nos parecen una estafa. Y ya hemos perdido.

El artículo de LV habla de jornadas de cerca de 40 horas en el sector del fast (junk) food a cambio de sueldos de 200€. En Manhattan. Imagino suponen que con esos ingresos es difícil poder vivir dignamente. Abocados a beneficiencia. Y a consumir lo que les llega con ese sueldo: su propia comida basura a 2€. Es decir, el negocio perfecto para esos "emprendedores" de la comida basura. Pagas una mierda para poder hacer que esos mismos trabajadores puedan consumir esa mierda y no otra cosa. Y a ganar dinero. Sin implicaciones éticas, ni morales ni de dignidad. La sociedad low cost. Sueldos y condiciones laborales a la par de los precios de basura envasada. Consecuencias, responsabilidad.

Pero estos datos de jornadas laborales y sueldos no son lo único escandaloso en el artículo. El 97% de los puestos de trabajo creados en el Estado de New York, capital Albany, desde 2007 inicio de la crisis han sido en el sector de la comida rápida. Eliminación de la clase media, lowcostización de la economía, miseria para los trabajadores y recuperación de beneficios para Wall Street. Desigualdad social in crescendo y todos contentos porque tenemos trabajo. El crimen perfecto de nuevo. Puestos de trabajo para mucha gente, ¿pero en qué condiciones? Pero es peor no tenerlo, nos convencen, lógicamente. Así que se impone el modelo. Llámenlo McDonald's o Eurovegas. El chantaje de la inversión que se pierde. "Son beneficios para todos", dicen. Pero no me lo creo. Para algunos seguro. Para todos, jamás. Y se juega con esto continuamente. Si no te tragas el argumento oficialista, estás en contra de tu país, comunidad o ayuntamiento y eres un radical anarquista o similar. Pues lo voy a ser. El trabajo ha de ser digno y ha de comportar un sueldo digno. Y si para eso hay que pagar precios más altos, hagámonos a la idea. No nos queramos ver trabajando por 200 euros-40 horas en nombre del progreso y de la suerte que tenemos de tener un trabajo. Esto no debería funcionar así. Dickens lo denunció hace unos pocos años y no queremos volver a eso. No queremos ser ese Monsieur le Maire impostor porque mucha gente luchó por su dignidad y murió por ella como para que nosotros perdamos nuestros derechos sin ni tan solo cuestionar esta lowcostización que tiene como consecuencia la pérdida de derechos de la clase trabajadora y la miseria de millones de personas. La hamburguesa como síntoma de un proceso global y una forma de producir.

Ya viene otro rojo radical con el sermón de siempre. Puede ser. Pero cuando vayan a McD o a Zara piensen en la gente que trabaja por cuatro duros para que podamos beneficiarnos de precios bajos. ¿O se piensan que las empresas pierden dinero marcando precios bajos? Claro. Pobres corporaciones de millones de trabajadores que sufren los ataques de dignidad de cuatro renegados.

El grito en el cielo, pagar 8€ por una hamburguesa. Deberíamos hacerlo todos si es un precio justo. Pensemos en la gente detrás de esa hamburguesa, en el productor, en el cocinero, en el empresario que paga sueldos justos a sus trabajadores y en la calidad del producto. Esto no es pagar precios altos por cualquier cosa. Esto es pagar justamente y volver a pagar lo que toca por productos de calidad y gente con derechos. 
No más explotación ni aquí ni en Bangladesh ni en Manhattan. Cambiemos, por favor. Cambiemos. Ejerzamos nuestra responsabilidad como consumidores y pensemos en los beneficios de nuestras acciones y en los perjuicios de los mismos. Nos va a salir más caro, pero es lo correcto. Aunque igual no es caro, es justo.

Para acabar, dos cosas: la primera, poder condicionar el permiso a un local de comida rápida a que pague salarios dignos (veríamos qué es eso) como quieren hacer los nuevos dirigentes de NYC puede ser un inicio. Y como ellos mismos dicen, si a los ricos no les gusta, que se vayan y así bajará el precio del suelo. Y segundo, recuerden que no consideramos ni comida ni rápida a eso que llaman fast food. Puro plástico a precio de oro. Y que encima no repercute en beneficio de ningún sueldo más que en el del CEO de la empresa.

Al infierno y sin cenar. Más Comercio Justo y salarios dignos y menos engañar a los niños con Happy Meals que son puro terrorismo gastronómico y laboral. 

La democracia es poder consumir lo que queramos. A eso hemos llegado. Así que háganlo de forma responsable.

28 de noviembre de 2013

Decoratio vulgaris ethicusque.

Demasiadas oportunidades se le dan a determinados locales de escaso mérito. Creo en el poder de la estética y mucho más en el de la ética, pero cada vez andan más disociados imponiéndose una estética vacia sobre la ética del buen hacer y lo que debería ser justo. En esta sociedad de la apariencia y el quedar bien parece mucho más rentable aparentar ser un buen local que serlo en sí mismo. Se dejó de aplicar aquello de la mujer del César, que tenía que ser honrada y además parecerlo o aparentarlo. Ahora sólo le hace falta aparentarlo y sin rubor alguno si no lo es. Debe ser el progreso que nos ha vuelto imbéciles a todos.

Existe una corriente dentro de la No Gastronomía (además de esos programas de TV que parecen tratar de la misma pero que no son más que un GH sin experimento sociológico alguno como pretexto) que se ocupa de que restaurantes de mucho postín se gasten una pasta más allá de lo que consideraríamos gansa para deslumbrarnos con postizos al nivel del de Javier Cámara en Lucía y el sexo. Mucha preocupación estética y escasa preocupación por ofrecer calidad al nivel de lo anterior. No me entiendan mal, no es que necesariamente el local preocupado en exceso por su look tenga que ser malo per se. No es eso tampoco, sólo que desconfío. Porque demasiados planetas deben alinearse para que en ese tipo de local coincida tanto buen gusto. No suele pasar. Mucho envoltorio y parafernalia para demasiados cacahuetes revenidos. 

Me lo suelo tomar como otra señal de alerta. Dime cuánto has invertido en esa decoración y mi interés crecerá de forma inversamente proporcional. Si es que de verdad, no hace falta tanto. Que la cosa es ir a disfrutar de la comida, y no tanto de las vistas. Para tener vistas ya podemos ir a una terraza en la montaña a comernos un arroz y pagar de forma acorde. Para ir a un restaurante, con que la comida sea buena y el local no sea feo o desagradable me vale. Los dispendios estéticos están de moda, pero de verdad que no hacen falta. Están de moda y salen en blogs de moda y les dan premios unas revistas de moda. ¿Pero de comer qué tal? Parece que da un poco igual. Una lástima.

Este moderno proceso lo pueden ver cuando se inaugura un local y empiezan a llegar fotos del local en sí y no de su oferta gastronómica. Todo muy bonito o pretendidamente bonito, pero sin noticias de la jamancia. Adornos, fuegos artificiales y superficialidad conjugadas a la vez. Proyectazos decorativos lujosos sin proyecto de cocina detrás. Que vengan por el cómo es antes que por el cómo se come.
La cuestión es que mucha foto equivale a sospecha. Si les inundan Instagram o similar con mucha silla, mucho sillón y mucha lámpara del S.XVIII, sospechando que es gerundio y gratis. Pongamos la lupa ahí y analicemos bien.
Me parece perfecto que Herr Dekorator se gane bien la vida, pero que dejen de deslumbrarnos con esos focos que quitan la atención a otros locales que también valen la pena. Y que tal vez hacen otros esfuerzos que no se ven tanto, pero que están ahí.